sábado, 14 de julio de 2018

Germinius - Parte 3

Luego de sentir una fuerte energía poderosa, abrimos los ojos y lo primero que note era que Liz estaba sangrando una vez mas. El mundo tenia como nombre ''Mortem'' y allí tendida en el suelo se encontraba una muchacha de pelo negro llorando desconsoladamente. Habíamos viajado al futuro de ese pasado en el que nos encontrábamos, sin embargo en nuestra vida es era el pasado de nuestro presente que realmente conocíamos día a día. Era ella, Liz, y Lucius, un viejo amigo que la habia salvado y habia perdido la vida por ella. Liz empezó a sentirse muy mal, esa escena se repetía una y otra vez como un bucle infinitamente infinito y tanto la angustia como la culpa la consumían poco a poco.

Su misión era salvar a Lucius, aunque esto llegara a implicar dejar morir a la Liz del pasado. Liz paro el tiempo tan fácilmente como si se tratara de apretar un simple botón, todo quedo paralizado, quieto, sin la presencia de un alma, excepto las nuestras. Liz se acerco a ella y se puso a pensar detenidamente, que podría hacer para salvarse ella y Lucius, en realidad mucho no podía ya que no podía mover los cuerpos para dejar libre a que la muerte los pasara por encima. Me miro con cara de extrañada y le dije -''¿Y si le atas los cordones de una zapatilla a la otra?'', ella sonrió casi apenada y con lagrimas en los ojos lo hizo, al levantarse abrazo el cuerpo petrificado de Lucius y lo acaricio llorando, le pidió perdón y le dijo que lo extrañaba, que lo necesitaba, en mi vida sentí tanto vació en mi como en ese instante, sentí su tristeza.

Nos alejamos de la escena y vimos como todo corría en tiempo real, como si se tratase de un video. Vimos a lo lejos como aparecía una mini van de color blanco brillante que se dirigía directo a la Liz del pasado, para cuando Lucius se percato de que tenia las zapatillas atadas la pequeña Liz ya estaba en el piso ensangrentada.

Una luz recorrió todo el lugar y en un abrir y cerrar de ojos estábamos nuevamente en el castillo. Allí nos esperaba pacientemente la señora del vestido quien le dijo a Liz que estaba haciendo las cosas bien, mientras yo internamente me preguntaba si ''Hacer las cosas bien'' constaba de dejarla morir una y otra vez. Esta señora encantadora, nos dios dos espadas, Liz me miro, con los ojos llorosos y cada vez mas pálida, sin vida, me llevo delante de un nuevo pilar, con miedo se puso a mi lado, me tomo de la mano y atravesamos ese lumbral color blanco incandescente que nos rodeo hasta desaparecer.

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